sábado, 4 de febrero de 2012

política y poética


Crecí pensando
que tras la puerta que me cerraba el paso
al mundo de los mayores
se ocultaba un gran misterio.
Pegaba la oreja muy atenta al ronroneo
que en la cocina sonaba a fiesta y a familia
y a oscuras
jugaba a descubrir las palabras mágicas
que me explicasen las diferencias
con sólo pronunciarlas.
Me tomé tan en serio
lo de escuchar tras las puertas con fe
esperando que el misterio me fuese revelado
que en poco tiempo coleccionaba misterios
y palabras misteriosas
para dar y regalar.
Después me hice invisible.
Y como por mi casa pasaba mucha gente
y algunas veces se quedaban a comer
o a dormir
o a las dos cosas varios días
nunca me faltó campo en el que probar
mis dotes de encantadora de serpientes.
Me hacía un hueco y calladita
lo procesaba todo con una mala leche
que de haberla imaginado mis padres
me habrían sacado inmediatamente
y por la vía rápida de aquella cocina
en la que se guisaban en dos fuegos gemelos
la alta y la baja política
y mi niñez.
Asustada como un pájaro y desde un rincón
asistí al desnudo mediocre de algunos
y al intento de asesinato de mi infancia
a manos de un buen amigo.
Pero como tenía la buena salud que tienen las fuentes
y más vida que un hormiguero
cuando llueve y entra agua
hasta bien grande ni me noté los rasguños.
Mi empeño en descubrir el misterio me hizo fuerte
y aprendí a cultivar la soledad y el susurro
para hablar de las cosas importantes
y convocarlas.
Durante años
magia y política se confundían
y gracias a esto
y a la agricultura del secreto
que cultivaban con mimo a mi alrededor
supe que la poesía
era el lenguaje perfecto para contarlo todo disimulando.
Discutiré con quien le achaque a los “ismos”
(de por ejemplo la palabra socialismo)
mi fe en la vida y sus misterios
que a pesar de su  precoz espiritualidad
o precisamente por ella
era más propia de un cachorro que de un ser humano
y por lo tanto
inocente
atea
y completamente analfabeta.
Y si en las gentes planté mis tiendas
y escribí mis primeros poemas de madrugada
vendimiando entre hombres y mujeres
que se hacían de oro y de vino por dentro
al ofrecerte su pan y su trozo de queso
nunca lo achaqué al hecho
de ser la primogénita
de gentes comprometidas con la izquierda
que para mí
era sencillamente
la mano que en el paseo me ofrecían los zurdos.

estibaliz san sebastián, de "Cordelia se borra del partido"

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