martes, 28 de febrero de 2012

Cordelia se va de casa

Siempre supe que estudiar ciencias políticas y filosofía
era una disculpa para abandonar palacio
y desnudarme.
Pero no era una respuesta.
Y yo sabía que la pregunta a formular
pasaba muy lejos de un cielo
acostumbrado a señalarme con el dedo.
Nunca he sido un ángel
pero mi terapeuta sabía cuando me fui
que el amor me asusta desde que vi en el colegio
cómo unas monjitas asesinaban a dios
llamándole polígamo.
Los críticos dirán que esto es retórica,
pero se comportaban las sagradas esposas
desempolvando para una fiesta
al cristo del madero,
como si lo tuviesen registrado en la academia general de autores.
Gracias a esto,
temo que las orgías terminen siempre
con un hombre muerto entre mujeres,
y no practico el sexo en grupo.
Ni intentándolo funciona
como motor de arranque de mis fantasías sexuales
el hecho de ser detenida por dos velludos agentes de policía.
Debo explicar
que todo el morbo que sentí por la autoridad en mi infancia
murió
cuando me leí enterito a un señor de Viena
que hablando entre líneas del incesto y sus complejos
me autorizaba a terminar con mi padre
para liberarme.
El desmedido amor que siento por las metáforas
se hizo patente cuando escribí con mierda
la adolescencia pega duro sobre el espejo del lavabo
y el rey de la casa,
sintiendo en peligro su poder y sin haber leído a Freud,
me dio dentro del coche un par de hostias
y su visa para ir a la universidad.

estibaliz san sebastián, de "Cordelia se borra del partido"

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