Haciendo prosa,
viviendo
prosa,
dándole a la
prosa de comer,
de beber
veneno y vino,
salitre,
zumo amargo
de naranjas amargas.
Y tiene
poesía la cosa.
Tie'
cojones...
Tanta
historia para andar luego en pelotas por el mundo.
(La cultura es
un pozo altísimo para ahogarse sonriendo.
Sonriendo es
un paisaje que no acabo de creerme
y es mío,
sin embargo,
como la
nieve en las playas vacías del
invierno.)
¿ Qué ocurre
que hablo y hablo sin encontrar nunca la muerte?
Pararse
puede ser un descanso, una estación,
el restallar
del látigo
que sacude
mi conciencia de bestia acorralada por la vida.
La sangre
duele cuando late.
Plomo
fundido,
las rosas de
fuego que me regalaron las calles,
espinas en
mi sangre y el alma libre.
...y está el
trabajo,
la gran
dignidad del que se sabe responsable,
del que
acepta su cobardía de animal domesticado y prudente.
Puedo
odiarte por hacerme consciente pero no voy a matarte,
no te daré
el gusto.
Comprende mi
amor que seria muy fácil.
La ilusión
sin embargo sí;
es asesinada
a cada latir del mundo por las computadoras.
Yo fui una
computadora.
La maquina
ardiente que se tiró del cielo,
de cabeza y
sin mirar.
Pero ya no.
Ahora soy
mucho más simple.
Me
reproduzco por esporas.
A ratos
vuelo sola y a ratos
devoro cadáveres
pequeñitos y los defeco
con forma de
flores.
Tie' su
mérito.
Cualquiera no sabe regresar a la caverna
y desnudarse
entera a excepción de los piojos.
Yo lo hice.
Y llegué la
primera en la carrera de obstáculos
y la ultima
a cenar.
Pero siempre
hemos pasado hambre.
Tú y yo lo
sabemos.
No podemos
masticar insectos
sin ponernos
a llorar desconsoladamente.
¡Ven aquí,
anda!
Túmbate a mi
lado
sobre el
mármol blanco que cubrirá a los elegidos.
No tiembles.
Nosotras estamos fuera.
¿No lo
sabias?
Con una hogaza
blanca y una jarra de tinto
esperaremos
a que den las doce
y cuando el
pan se vuelva luna
saldremos
corriendo sin que nos vean.
No se puede
sacrificar mariposas a cañonazos.
No se pudo
nunca,
lo dicen los
libros de historia
y las
crónicas prohibidas de todos los amores prohibidos.
Por eso tú
puedes ser un dedal
y yo un
clavel en la solapa de un traje.
Lo demás no
importa.
estibaliz san sebastián, del libro Pro-Fugas