sábado, 10 de septiembre de 2011

un toque de locura

Tenemos las hembras de la familia un toque de locura que no siempre es el responsable del sufrimiento.
La excesiva consciencia sobre el mundo emocional de la humanidad entera; nuestra locura es esa; nos pone en contacto con lo vivo que late en los muertos queridos que se nos fueron marchando.
De manera que, por ejemplo, mi madre habla en tiempo presente de sus padre muertos, provocando equívocos entre quienes los saben criando malvas desde hace años. Incluso sospecho que mantiene constantes charlas con Carmen, mi abuela, contándole las cosillas de sus nietos y bisnietos, como quien habla con su dios de las cosillas de la vida cotidiana.
Sería estupendo creer que nos ven y nos escuchan, que nos acompañan a vivir, incluidos los momentos en los que el pudor aconseja cerrar la puerta del dormitorio ahuyentando a los fantasmas.
Pero yo no creo en los fantasmas.
Claro que, algunas veces, cuando veo como sonríe Beñat a una esquina vacía, y manotea y parece contarle a alguien lo bien que nos va la vida  a  los dos juntos, tengo mis dudas.
Por eso, el mismo día en que lo trajimos del hospital a casa le presenté a la madre de su padre, Araceli.
Por si tampoco él creía en los fantasmas.

estibaliz san sebastián

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