lunes, 13 de febrero de 2012

lección segunda


Meterme a un  convento
para entender a mis hermanas era un suicidio.
No podía casarme con el dios
de las monjitas de mi infancia:
un marica llorón con cara de torta
y genitales diminutos.
Así que me hice puta.
Para celebrar que la hija de un rey
Abriera, de par en par, las piernas al reino
se inventó la república en el burdel donde trabajaba
y  todos meamos en la corona
que robé de palacio al fugarme.
Tres clientes después del primero,
y crucificada bajo el techo de un cuartucho inmundo,
comprendí que clientes y súbditos
querrían de mí siempre lo mismo.
Y me convertí en la favorita del Harén:
ninguna como yo dejándose romper el culo.
La enciclopedia del tacto mercenario tiene sus límites
y tras un entrenamiento,
intensivo como un curso de verano,
las chicas que trabajaban conmigo decidieron jubilarme
y me rompieron todos los dientes
contra la palangana de plata que usaba para lavarme
He de decir que pese a todo
mi don de lenguas las dejó en el  paro
y que en kilómetros a la redonda
podía sentirse derramándose la voz de los machos de mi reino.
Decidí abandonar
cuando el rey de los mendigos llamó a mi puerta
con una dentadura postiza hecha de perlas
y la intención de retirarme del mercado montando una pescadería.

estibaliz san sebatián, de "Cordelia se borra del partido"

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