miércoles, 18 de enero de 2012

una mujer ambigua

La reina era una criatura irreverente.
Ambigua como un gato sucio
se dedicó durante años
a vender pornografía en el sexshop de los dioses
presumiendo ser un cruce extraño.
Ella misma se encargó de correr el rumor
de que sus precios llegaban tan alto
que cuando se dejaba alquilar,
la agencia que la contrataba y siempre a partir de las ocho,
servía cocaína en la vulva virgen
de alguna jovencita impúber.
Y puedo jurar que tenía piojos.
Nunca conocí a nadie capaz de pagar sus precios.
Pero participé en la subasta de una de sus bragas
y el público,
quebró los vidrios de la sala
entonando un aleluya que conmovió profundamente
a unas monjas que acudían al evento disfrazadas.
Se le atribuyen dos novicias siamesas
licenciadas en matemáticas
y un obispo imberbe dispuesto a rendir Granada
para ponerla a los pies de su cama.
La gente jura que ganaba millones
y que a su funeral,
que duró tres días y tres noches,
los hombres acudían desnudos
para regar con sus jugos la tierra y así fecundarla.
El forense que le practicó la autopsia,
desde entonces borracho y necrófilamente enamorado,
lleva un año peleando porque no hay juzgado en españa
que le cambie, por otro de varón, el nombre al efebo
que con senos de novia y mortalmente pálido
mostraba sin querer,
sobre su ingle izquierda descansando,
un delicado
y pequeñísimo pene.

estibaliz san sebastián, de "Cordelia se borra del partido"

No hay comentarios:

Publicar un comentario