Para algunas cosas fui una niña precoz.
Apretada contra las paredes del portal de los abuelos
pasaba las tardes.
El sabor a cal se me metía en las encías. El sabor a cal
de los buenos y los malos.
Una pared no necesita manos,
lo tiene todo
y puede ser lo que quieras.
Yo misma, a menudo, soy una pared.
-Nunca he tenido ideas, sólo imaginaciones.-
Dentro de casa
me escondía con Boby
bajo la oscuridad roja de la mesa camilla
para besuquear la goma de sus labios y apretar
su cuerpo mullido de muñeco.
Tenía una anilla colgando de la espalda,
cuando halaba de ella, se retorcía.
Boby el rubio todavía tibio en mi cabeza
frente a los cuerpo borrosos
de los hombres que vinieron después
sin anillas
los hombres de carne contra la pared.
Ya me lo decía mamá:
-Así como eres no va a haber quien te lleve.
No hizo falta que nadie me llevase para irme
pero tenía razón,
soy imposible.
Miriam Reyes, del libro "Bella durmiente" .
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