martes, 12 de abril de 2011

piel de cordero

El amor es una gran disculpa. Los neuróticos y los sicóticos,
las victimas y sus verdugos, los enamorados del amor,
y los que no distinguen entre el corazón y el culo,
la usan a menudo para justificar todos sus excesos.
El último de mis enamorados no es un canalla.
Pero bajo su piel de cordero hay una costra de resentimiento
y de ira que no puede disimular cuando lo miro de cerca.
Tiene miedo. Puedo olerlo.
Lo sabe y ofrece la yugular esperando que yo acepte.
Y llora, pero se empalma y me mira el culo. O me mira el culo y se empalma.
Sabe que no soy tonta. Y le excita mi poder.
Pero no quiero salvarle, ni vencerle, sea cual sea la retorcida forma que invente para disfrazar de amor sus obsesiones.
Intuye, a pesar de su escasa experiencia, que los verdugos deben ponerle mucha dedicación a su tarea de destrozar gente.
Y estira el cuello con la esperanza de tentarme
antes de que cierre la puerta de su casa desde fuera
y para siempre.
estibaliz san sebastián

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