lunes, 17 de octubre de 2011

la metáfora


Con tres meses de exilio voluntario
y sin echarle la culpa a nadie
me atrevo a decir
que uno siempre se marcha
demasiado tarde.
Emigrar tiene esas gracias.
Pero todo se aprende.
Tantos años en casa
para despertar sin patria.
Soñando con masticar tierra.
La de la infancia, claro.
La que me ensuciaba las uñas
desde los tiestos de casa.
La tuya, coño, y la mía.
Mi tierra.
Pero la tierra va por dentro
como una procesión
y cuando te da la espalda
emigrar es un divorcio cruel
además de obligatorio
y uno no sabe con certeza
donde está la herida
y quien fue él que cerro la última puerta
desde a fuera y sin mirar.
La verdad es que no creí
que fueran de amor
las penas del que emigra.
Uno nunca se plantea
que perderlo todo
es una posibilidad que nos ronda
como las palomas buitres
que bombardean la azotea de mi casa.
Pero decir mi casa
es como empuñar una llave.
Y ahora me doy cuenta  de lo que cuesta
caminar desnuda por el mundo
hasta encontrar esa casa y esa calle
que conviertan el barrio
en mi casa y en mi calle.
Por eso a ratos necesito
sentarme a la orilla del mar
como sí este mar de ahora
fuese el mar de entonces
en otras tardes tristes
y en otras casas
y darme cuenta
de lo llena de gente
que está siempre la playa.
¿Se nota que lo del mar es una metáfora?
Lo cito porque
el agua es siempre agua
y frente a ella nos ahogamos todos
y así nos entendemos.
Pero no es necesario sentarse en la playa.
Basta con dar un paseo.
Con tomar un café en cualquier sitio
y a solas degustar el sabor
de tantos cafés tomados a solas
en ese mismo instante
en la ciudad de Barcelona.
¿Cuánta gente
estará ahora mismo mirando al mar?
¿Cuántos de vosotros
estáis sentados en la arena de la orilla
con los pies empapados
en un café que siempre
se toma a solas?
Nunca creísteis
que fueran de amor
las penas del emigrante,
¿verdad?
Por eso a ratos necesito
que bajéis conmigo
a sentaros a la orilla del mar
como sí este mar de ahora
fuera el de entonces
en otras tardes tristes y en otras calles
y que comprendáis
que vengo de muy lejos
y que busco el camino
que me lleve a casa.
¿Se nota ahora lo de la metáfora? 

Estibaliz San Sebastián, del libro Pro-Fugas

1 comentario:

  1. Me sentaré contigo a orillas del mar o en cualquier sitio. Pero a tomar café no, me resulta muy amargo. No se si porque es café o por tomarlo a solas.

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